Millones de ojos están puestos en nuestro universo inmediato con motivo directo o indirecto del cometa Elenin (según el estamento “oficial”) o de Nibiru (según
los mal llamados conspiranoicos), siendo, quizás, el asunto que capta
mayor cantidad de entradas en Internet, con una amplia diferencia sobre
cualquier otro tema, incluidas la crisis económica y las guerras en
incubación y puesta a punto que bien pudieran derivar, por conflicto de
intereses, en una confrontación global.
Entre
todos estos ojos que vigilan nuestro cosmos inmediato los hay
pertenecientes a personas de toda clase, así iluminados como
rigurosísimamente científicos, pero no faltando entre ellas ni
escatológicos, morbosos, desesperados, fundamentalistas religiosos,
desquiciados o jóvenes con ansias de vivir la excepcionalidad de un
hecho sin precedentes para la humanidad. De todo hay, como en botica, y,
entre todos estos artículos y comentarios de foros se pueden encontrar
sin mucho esfuerzo auténticos y colosales desafueros; pero no por ello
se puede utilizar el reduccionismo infantiloide, concluyendo que la
totalidad de los artículos, opiniones o aseveraciones vertidas sobre la
cuestión son fruto de desquiciados y que no hay en toda esta colosal
caterva de datos aportados por los participantes ni uno solo que no
merezca la pena ser considerado por la Ciencia o por la población.
Ayer, verbigracia, me quedé por la noche hasta muy tarde para ver el programa Cuarto Milenio,
el cual, dicho sea de paso, no merece para mí mejor calificativo que el
de amarillista, sensacionalista o infantilmente manipulador. Se había
programado cierta información acerca de llamado oficialmente “cometa Elenin”, y
quise comprobar por mí mismo el tratamiento que le daban a la
información, resultando ser, tal y como esperaba, lo que a mi entender
es simple y llana desinformación. Lejos de hablar con datos y sensatez
del objeto de tan magnífico asunto que tanto está colapsando la Red, los
dos invitados, mucho más que cuestionables (aparentemente confrontados
en sus pareceres), se enmarañaron en un absurdo direte sobre peregrinos
absurdos que poco o nada tenían que ver con el meollo de lo que tanta
inquietud está sembrando entre millones de ciudadanos de todo el mundo.
La conclusión de tan torpe puesta en escena, entre las risibles y
teatreras poses habituales del presentador, era obvia: el cometaElenin es
o fue un simple, insignificante y menudo cometa (porque según la NASA
se destruyó), y todo lo demás son tonterías. La teoría “oficial” gana, y
punto.
La realidad, sin embargo, es muy otra cosa.
Para empezar, somos muchos los que, objetivamente, venimos hablando con
toda naturalidad de este asunto ¡¡desde la primera mitad de la década de
los ochenta!!, años en los que se descubrió, primero por la sonda Siloé de la Iglesia Católica y después por la IRAS de la NASA,
un cuerpo planetario que estaba perturbando los planetas más lejanos
del Sistema Solar y de cuyo descubrimiento se dio cumplida información
en la práctica totalidad de los periódicos y medios de difusión de la
época, desde los más prestigiosos diarios del mundo a las televisiones
de todo país, informándose que el tal cuerpo, posiblemente un planeta de
enormes dimensiones (de hasta cuatro veces el tamaño de Júpiter, se decía), estaba adentrándose en dirección a nuestro Sol.
Una noticia que, sin embargo, no tardó en desaparecer de los titulares y
aun de las noticias de segunda fila de la práctica totalidad de los
medios de Occidente, pero que, en según qué países de otras órbitas, ha
seguido siendo motivo de inquietud, seguimiento y análisis entre los
cosmólogos de sus instituciones astronómicas, justificando incluso
cuantiosas inversiones para estudiarlo y aún para protegerse en fechas
no tan futuras de sus previsibles efectos.
Unas
inversiones éstas que, por otra parte, y aún a pesar del aparente
descrédito oficial que tiene el asunto en todo Occidente, han tenido su
réplica inversora en nuestras sociedades, acaso multiplicando por mucho a
la de los países de otros bloques, no sólo en cuanto a medios de
observación pasados y presentes (Observatorio VATT y telescopio Luciferde la Iglesia Católica en Monte Graham, observatorio militar de infrarrojos norteamericano en la Antártida -por donde llega desde debajo de la eclíptica Nibiru-, sonda WISE de infrarrojos de la NASA,
etcétera), sino también en recursos de supervivencia masiva que sólo se
justificarían ante un evento catastrófico global como una guerra
nuclear o una catástrofe planetaria (Cúpula del Fin del Mundo, bunkers
subterráneos masivos en todo Occidente, creación de gobiernos
alternativos para situaciones de catástrofe tales como el FEMA
norteamericano o las UME europeas, etcétera).
Como
literato no era mi intención volver sobre este tema con argumentos ya
aportados en alguna de mis últimas novelas, pero como columnista me he
creído en el deber de combatir la desinformación que se está difundiendo
de forma masiva, evitando, en la medida de mis posibilidades, que se
baje la guardia ante un hecho que bien pudiera comportar la propia
continuidad de la sociedad tal y como la conocemos, si es que no de la
misma humanidad. El asunto, en fin, no es menor, y, debido a las
implicaciones que comporta, la apuesta requiere una dosis de atención
suficiente como para permitir que las sociedades tengan una oportunidad,
dando como probable el peor de los escenarios imaginables, que son para
los que es preciso estar preparados pues que para los ordinarios se
supone que ya lo estamos.
Así, conviene reseñar primero que nada que la NASA es
una institución astronómica dependiente de los militares
norteamericanos, en cuyas misiones, además de realizar ensayos de
interés científico conocido, suelen desarrollarse misiones secretas (la
inmensa mayoría), de las cuales el ciudadano medio no tiene la menor la
idea o noticia, entre otras cosas porque es un monopolio de observación
de cuanto sucede fuera de nuestro espacio cósmico inmediato. En pocas
palabras: nos enteramos de lo que quieren que nos enteremos, nada más.
Por otra parte, una institución semejante, es obvio que está controlada
por quienes tienen el poder, y los que lo ostentan ya sabemos quiénes
son y cómo funcionan, de modo que esto es razón más que sobrada para
poner en cuarentena, cuando menos, la supuesta información que dosifican
a la sociedad.
Hay
ciudadanos que en su ingenuidad pueden pensar que, de ser verdad cuanto
apunto en este u otros artículos que he publicado sobre este asunto,
cualquiera con un telescopio puede observar el espacio, y tiene razón;
pero estas personas deberían saber que tal observación, si el cuerpo que
se desea observar no es fácilmente localizable, no emite una gran
cantidad de luz o está muy lejos, requiere además de otros recursos que,
desde luego, no pueden estar al alcance de cualquiera, sea éste un
observador particular o una institución privada (complejísimos programas
de rastreo y localización, visión infrarroja, equipos muy potentes,
etc.). Así mismo, conviene que sepan estas personas que incluso la
observación del espacio desde observatorios “oficiales” por astrónomos
independientes está regulada y aprobados los tiempos de observación por
comisiones internacionales (generalmente dependientes de la ESA o la NASA),
y que por lo tanto los programas de trabajo están predefinidos desde
meses o años antes, no aprobándose, con toda seguridad, aquéllas
propuestas que pretendieran arrojar alguna seguridad científica
contrastada sobre los asuntos que no les interesa a esas comisiones…
“oficiales”. No hay, pues, otro camino para un observador astronómico
independiente, que recurrir a esos telescopios de 15 ó 20 pulgadas de
alquiler (como el pretendidamente usado porLeónidas Elenin, el supuesto descubridor del cometa Elenin) a través de Internet, los cuales es más que posible que, directa o indirectamente, estén controlados también por la propia NASA y, en consecuencia, observen lo que le interesa a la NASA que observen.
Esto viene a cuento de mis razonables dudas sobre la propia existencia de ese cometa -Elenin-, cuya nomenclatura oficial es C2010X1,
basándome no sólo en la imposibilidad técnica de detectar con un
telescopio de 20 pulgadas un objeto de magnitud 19,5 (150000 veces menos
visible que el mínimo perceptible por el ojo humano) a una distancia de
680 millones de kilómetros (que son muchos kilómetros) y el cual, según
los propios datos “oficiales” tenía un tamaño de 3,5 kilómetros en su
núcleo, porque todo eso ello sería algo así como milagroso, sino porque
además en las horas siguientes al descubrimiento de este pretendido
astrónomo no sólo lo había corroborado la NASA, sino que el JPL había
ya difundido un diagrama de su órbita y había lanzado a los cuatro
vientos la noticia sobre tan pretendidamente ahora insignificante
cometa, favoreciendo directa e indirectamente la expectación y la alarma
mundial que ha suscitado. Si a todo esto le añadimos el curioso nombre
del cometa (infórmese en la Red quien esté interesado sobre estas
teorías) y las chocantes fechas de su recorrido (perihelio -11
septiembre- conjunciones, cruce con nuestra órbita, etcétera), hay que
ser muy creyente o muy ingenuo para considerar que todo esto puede ser
verdad y objeto de la casualidad. Se trataría en tal caso, cuando menos,
de un milagroso enviado divino que lleva encriptados mensajes
trascendentes. Ridículo, en fin.
El artificio de presentar a Elenin como
un peligro que despertara los pánicos ancestrales a hecatombes
planetarias, los miedos apocalípticos de los rigoristas religiosos o la
expectación social que ha suscitado este asunto, era, obviamente,
desacreditarlo presentándolo a la opinión pública mundial como el
desvarío de charlatanes, visionarios o falsos profetas, de modo que
todos cuantos se refirieron al cometa directamente, o a Nibiru,
por extensión, sean desatendidos y tildados como locos o
conspiranoicos, en la más perversa afección del término. Así, por más
que alguien alerte en el futuro sobre el peligro que puede representar
para la humanidad la proximidad de Nibiru o cualquier
otra amenaza, enseguida será tildado de no estar en sus cabales, de modo
que el control de la información proveniente del espacio exterior
vuelve a estar bajo el absoluto control monopólico de la NASA y
pueden seguir adelante con sus planes sin la interferencia de
“aficionados”. Todo un plan magistral de desinformación colectiva
llevada a término con notable éxito. Hoy, a la vista está, el asunto Elenin –Nibiru no
sólo ha decaído, sino que incluso quienes creyeron en él están
deprimidos o descorazonados por el fiasco que ha supuesto el esperar que
sucediera algo tenebroso el pasado 27 de septiembre y que no haya
sucedido nada, tal y como era previsible.
La
maniobra “oficial” de usar lo esperpéntico para desacreditar lo
evidente no es nueva, sin embargo, y a lo largo de la Historia estas
artimañas han dado siempre buen resultado. Ya dije desde esta
misma columna que, aunque por falta de información veraz no comprendamos
verdaderamente el alcance del asunto o el objetivo final de todos estos
movimientos estratégicos del poder que se están verificando en todo el
mundo, queda claro que la vigilancia o atención por parte de un sector
de la población a las actitudes y acciones del poder dificulta
severamente los planes de desarrollo de quienes pretender llevar a cabo
una agenda que pudiera ser contraria a los intereses de casi todos.
Pongo de nuevo como ejemplo la potencial certeza científica de una
hecatombe global por causas cósmicas, y cómo actuaría el poder para
salvar a parte de la sociedad sabiendo de antemano la imposibilidad de
hacerlo con la totalidad de la población. La información social, en este
caso, sería uno de los mayores inconvenientes para llevar a cabo el
plan de supervivencia de un grupo de elegidos, y en este supuesto la
desinformación como la apuntada en este artículo sería poco menos que
obligatoria o de libro. Pero es que esto mismo sería necesario si, por
ejemplo, se intentara llevar a cabo una conflagración global, pactada o
no, para reducir una densidad de población que está poniendo contra las
cuerdas a la propia supervivencia del planeta, y los últimos
acontecimientos, invasiones y planes militares estratégicos parecen
apuntar en esta dirección, no siendo una locura pensar que cualquiera de
estos días nos desayunemos con la noticia de una agresión a Irán, Corea
del Norte, Paquistán o locuras semejantes que abrirían de par en par
las puertas del Infierno.
No; no creo, sinceramente, que Elenin sea
algo relevante para el planeta –lo veremos, no obstante, en las
próximas semanas o meses-, sino que opino que se trata de una falsa
bandera para encubrir otro asunto de mayor calado, como esa
conflagración en ciernes –inevitable para muchos- o al mismo Nibiru.
No sólo apoyan esta última opción los hechos observados en nuestro
universo inmediato desde la detección y observación directa de Nibiru en la primera mitad de la década de los ochenta (perturbaciones de laNube de Oort, de Neptuno, de Urano, inclinación súbita de Saturno, desaparición del cinturón ecuatorial de Júpiter, aparición progresiva de una atmósfera de nitrium en la Luna,
etc., apreciándose en todos estos efectos una aproximación progresiva
de un cuerpo cósmico con un potente campo electromagnético hacia al
interior del Sistema Solar, en general, y de la Tierra, en particular),
sino también que desde hace algunos años ha sido fotografiado en
distintas partes del planeta un segundo sol junto a nuestro Sol, cuyas
imágenes pueden ser consultadas por cualquiera sin excesiva dificultad
en la Red (curiosamente nunca en la información “oficial”), y aun de la
anormal inclinación de nuestra visible Luna, la cual puede ser observada
con relativa frecuencia fuera de curso y con oscilaciones o libraciones
y su ciclo metónico de todo punto de vista anormales, y esto es algo
que no se puede ocultar: a simple vista puede apreciarse.
Las
noticias de este tipo de perturbaciones son cada día más habituales.
Esta primavera, sin ir más lejos, la salida del Sol se adelantó dos días
en el Polo Norte y los inuit se vieron sorprendidos porque su fiesta
tradicional, jamás antes alterada, de la llegada de la primavera no se
pudo celebrar en el día establecido. Incluso las perturbaciones de la
cavitación lunar (Libración) pueden ser explicadas no sólo porque
nuestro satélite esté siendo influenciado en su campo electromagnético
por otro cuerpo celeste intruso, sino que el mismo asombrosamente largo
verano que padecemos en el hemisferio norte de la Tierra puede ser
también explicado por una modificación del eje de giro de la Tierra, de
modo que estamos algunos grados más tumbados hacia el sol que en
condiciones… normales, digamos. Cosa que justificaría, igualmente, la
modificación aparente de la posición relativa de las constelaciones y
aún de las fase de la Luna, la cual en ciertos días modifica la
orientación de los cuernos en las fases creciente y menguante.
Demasiadas
evidencias hay alrededor de este asunto como para que “oficialmente” se
pretenda darlo carpetazo bajo el epíteto de locura o desvarío, o como
pretendieron hacer en ese infausto programa televisivo que antes
mencioné, como fruto de un chico que jugaba con el programa de la JPL sobre la órbita del cometa Elenin.
Este reduccionismo es no sólo ridículo en sí mismo, sino que es sumarse
a una conspiración de ciertos poderes que, en una u otra dirección
(conflagración mundial o amenaza cósmica), están, o sí o sí, llevando a
cabo. Demasiadas colosales inversiones (de todo el mundo en su conjunto)
claman una causa tan trágica como desconocida para la mayoría de la
población, y demasiadas evidencias apreciables en nuestro entorno
cósmico inmediato avalan sucesos de un alcance capital que nos están
escondiendo. Observatorios, bunkers masivos, Cúpulas del Fin del mundo,
satélites de observación infrarroja (precisamente la única franja del
espectro en que es localizable Nibiru), organizaciones
militarizadas de contención o supervivencia, etcétera, añadido a los
efectos que están experimentando nuestros planetas y satélites vecinos y
a la ya inocultable visualización de un aparente segundo sol, son
cuestiones que no deberían pasarse tan alegremente por alto, dándolo
carpetazo como el desvarío de un chaval, cuyo absurdo y risible
argumento tanto recuerda a esos supuestos campesinos ingleses que
juraban sobre sagrado ser los bromistas autores de los crop circles de todo el mundo, allá por cuando el sistema quiso intentar desacreditar ese asunto.
Vivimos,
y es algo que incluso se intuye de una forma masiva por buena parte de
la especie, tiempos capitales. Como siempre que se ha verificado una
tragedia trascendente, hay una especie de alerta temprana en muchos
seres humanos que de uno u otro modo luego han sido protagonistas de
ella, y es ahora cuando la especie está recibiendo vibraciones de que
hay una amenaza que se cierne sobre el conjunto de la humanidad. Tal
vez, incluso, los movimientos sociales que estamos experimentando tengan
mucho que ver con ello, pues, alertados por nuestros instintos de que
hay algo que no funciona como debiera y de que es algo crucial, los
individuos buscan todo tipo de salidas que supongan una oportunidad.
Se
vea, pues, como se vea este asunto, mal haría cada persona en
particular y la población en general en bajar la guardia y creerse que
esto es una tontería de ociosos, escatólogos, imbéciles o fanáticos
religiosos. La jugada ha sido tan de libro, tan obviamente infatiloide,
que sólo los ingenuos o los tardos pueden caer en esta trampa.
Esperemos, pese a todo, que éstos no sean mayoría y que no falten
observadores cualificados y veraces que sigan empeñados en descubrir la
verdad que nos están sisando, a fin de alertarnos a todos. Todos, con
absoluta seguridad lo digo, dependemos de ellos en muy buena medida:
pobre de quien se confíe en que la NASA o los poderes “oficiales” harán algo por él.
Tomado de: http://dogmacer