El público no
parece para nada enterado del hecho que el establecimiento científico
tiene un doble estándar cuando set rata de un libre flujo de
información. En esencia, transcurre de esta manera…
Los científicos
son altamente educados, bien entrenados e intelectualmente capaces de
procesar todo tipo de información, y pueden hacer distinciones
correctamente críticas entre los hechos y la ficción, la realidad y la
fantasía. El vil público es simplemente incapaz de operar en esta plano
altamente mental.
El noble ideal del científico altamente calificado, imparcial y
apolítico, como observador y ensamblador de hechos establecidos, hacia
un útil cuerpo de conocimiento parece haber sido destrozado bajo las
presiones y demandas del mundo real. La ciencia ha producido muchos
beneficios positivos para la sociedad; pero deberíamos ya por ahora
saber que la ciencia tiene su lado escuro, negativos. ¿Qué no fueron,
pues, esos mansos compañeros en impecables batas de laboratorios,
quienes nos dieron las bombas nucleares y las armas biológicas? La edad
de la inocencia terminó en la II Guerra Mundial.
la comunidad científica tiene una actitud de superioridad intelectual es
levemente disfrazado bajo un disfraz de unas muy cuidadosamente
orquestadas relaciones públicas. Siempre vemos a la Ciencia y al
Progreso caminando mano a mano. La Ciencia, en una institución en una
sociedad democrática, deberá funcionar de la misma manera en que
funciona la sociedad en grande; deberá abrirse a debates, argumentos y
contra-argumentos. No hay lugar para un autoritarismo sin
cuestionamiento. ¿Estará la ciencia moderna alcanzando y resolviendo
estos estándares?
En el otoño del 2001, la PBS aireó una serie de siete partes titulado
Evolución. Tomándolo en valor de cara, esto parece lo suficientemente
inofensivo. Sin embargo, mientras el programa fue presentado como un
periodismo científico puro, objetivo, investigador, falló completamente
en siquiera alcanzar los estándares mínimos de la divulgación imparcial.
La serie fue pesadamente cargada hacia la visión de que la teoría de la
evolución es un “hecho científico” que es aceptado por “virtualmente
todos los científicos reputables del mundo”, y no como una teoría que
tiene debilidades y críticas fuertemente científicas.
Al producir esta serie, ni siquiera se molestaron en entrevistar a científicos que tiene críticas sobre el Darwinismo:
no “creacionistas”, sino que científicos auténticos y de buena fe. Para
corregir esta deficiencia, un grupo de 100 científicos disidentes se
sintieron impulsados a publicar un lanzamiento de prensa, “Una Disensión
científica del Darwinismo”, en el día en que estaba programado que
saliera al aire el primer capítulo.
El nominado al premio Nóbel, Henry “Fritz” Schaefer estaba entre ellos. El estimuló a abrir un debate público de la teoría de Darwin:
Algunos defensores del Darwinismo abrazan estándares de evidencia para la evolución que, como científicos, jamás aceptarían, en otras circunstancias.
Hemos viso este
mismo acercamiento “no-científico”, aplicado a la arqueología y la
antropología, mientras que los “científicos” simplemente se niegan a
probar sus teorías, y sin embargo se apuntan a sí mismos como los
árbitros finales de “los hechos”. Sería ingenuo pensar que los
científicos que cooperaron en la producción de la serie estaban
inconscientes de que no habría otra presentación de contrapeso, por
parte de críticos de la teoría de Darwin.
Richard Milton es un periodista de ciencias. El ha sido un
ardiente y verdadero creyente de la doctrina Darwiniana, hasta que sus
instintos investigadores lo golpearon un buen día. Después de 20 años de
estar estudiando y escribiendo acerca de la evolución, el
repentinamente realizó que había muchos agujeros desconcertantes en la
teoría. El decidió tratar de aliviar sus dudas y probar la teoría a sí
mismo, usando los métodos estándar del periodismo investigador
rutinario.
Milton se volvió un visitante regular del famoso Museo de Historia
Natural de Londres. El cuestionó cuidadosamente cada dogma importante y
las clásicas pruebas del Darwinismo a prueba. Los resultados lo
‘sacudieron’. El encontró que la teoría ni siquiera podía encarar ni los
mínimos rigores del periodismo investigador rutinario.
El veterano escritor de ciencia tomó una medida drástica y publicó un
libro titulado: “Los Hechos de la Vida: Rompiendo los Mitos del
Darwinismo”. Está claro que el mito darwiniano había sido roto por el,
pero muchos otros mitos acerca de la ciencia serían también aplastados
después de que su libro fuera lanzado a publicación. Milton dice:
Experimenté la actividad de ‘cacería de brujas’ de la policía darwinista
de primera mano - fue profundamente desilusionador encontrarme a mi
mismo siendo descrito por un prominente zoologista de Oxford, Richard
Dawkins, como “chiflado”, “estúpido” y “necesitando ayuda psiquiátrica”,
en respuesta a reportes puramente científicos.
(¿Sonará esto como las historias que vinieron de la Unión Soviética hace
20 años, cuando los científicos disidentes allí comenzaron a hablar
públicamente?)
Dawkins lanzó una campaña de escritura de cartas a los editores del
periódico, implicando que Milton era un “espía” creacionista, cuyo
trabajo debería ser descartado. Cualquiera que tenga alguna familiaridad
con la política reconocerá esto como una táctica estándar maquiavélica
de manual de un “asesinato de carácter”. Dawkins es un científico
altamente respetado, cuya reputación y situación en la comunidad
científica tiene mucho peso.
Según Milton, el proceso vino a la cabeza cuando el Suplemento de Alta
Educación del periódico Times de Londres lo comisionó a escribir una
crítica al Darwinismo. La publicación presagió lo que estaba por venir:
“Próxima Semana: Darwinismo – Richard Milton ataca”. Dawkins supo de
esto, y no perdió tiempo pellizcando esta herejía en el brote.
Él contactó al
editor, Auriol Stevens, y acusó a Milton de ser un “creacionista”, y
prevaleció sobre Stevens para halar la palanca sobre el artículo. Milton
supo de este apuñalamiento detrás de los telones, y escribió una carta
de apelación a Stevens. Al final, esta excavó dentro de Dawkins y
rasguñó la pieza.
Imagínese que sucedería si un político o burócrata usara tales tácticas
de presión para matar una historia de los medios masivos de
comunicación. Esto detonaría un enorme escándalo. No así para los
científicos, quienes parecen ser vistos como “vacas sagradas” y más allá
de la reprobación. Hay muchos factores perturbadores relacionados con
estos casos. La teoría de la evolución, de Darwin, es la única teoría
rutinariamente enseñada en nuestro sistema de escuelas públicas, y jamás
ha sido sujeto a un riguroso escrutinio; ni han sido permitidas ninguna
de las críticas en el plan de estudio...
Este es un interesante hecho, porque una reciente encuesta muestra que
el público estadounidense quiere que la teoría de la evolución sea
ensañada a sus niños; sin embargo, el “71% de los encuestados dicen que
los maestros de biología deberían enseñar tanto el Darwinismo, como la
evidencia científica en contra de la teoría darwinista”. No obstante, no
hay planes para implementar este acercamiento más equilibrado.
Es irónico que Richard Dawkins ha sido asignado para la posición de Profesor del Entendimiento Público de la Ciencia en
la Universidad de Oxford. El es un clásico “Policía del Cerebro”,
patrullando las líneas frontales neurológicas. El establecimiento
científico occidental, y los medios masivos de comunicación se
enorgullecen de ser foros abiertos al público, desprovistos de
prejuicios o censura. No obstante, ningún programa de televisión que
examine los errores y debilidades del Darwinismo ha sido puesto al aire
en el país natal de Darwin o en los Estados Unidos. Un científico que se opone a la teoría no puede conseguir que le publiquen documento alguno.
Los Misteriosos Orígenes del Hombre no era un ataque frontal
contra el Darwinismo; simplemente presentaba evidencia que es
considerada anómala por los preceptos de esta teoría de la evolución.
Volviendo a nuestros bastiones de integridad intelectual, Forest Mims era
un sólido y habilidoso periodista de ciencia. Jamás ha sido el centro
de ninguna controversia, y así, fue invitado a escribir en la columna
más leída, en la prestigiosa revista América Científica, “El Científico
Aficionado”, una tarea que el aceptó con mucho gusto. Según Mims, el
editor de la revista, Jonathan Piel, entonces, supo que el también escribía artículos para varias revistas cristianas.
El editor llamó a Mims a su oficina y lo confrontó.
“¿Cree usted en la teoría de la evolución?” preguntó Piel Mims respondió, “No, no creo, y tampoco lo cree Stephen Jay Gould.”
Su respuesta no afectó la decisión de Piel de desbaratar la popular columna después de solamente tres artículos.
Esto tiene el desagradable olor de una cacería de brujas. El escritor
nunca transmitió públicamente sus puntos de vista privados o creencias,
por lo que parecería que los “stormtroopers” ahora creen tener órdenes
de asegurarse que los pensamientos “no aprobados” jamás serán divulgados
en público.
Tabú o No Tabú?
Así, pues, los monitores del “buen pensamiento” no son como los de la
élite o de la comunidad científica, como hemos visto en varios casos;
son productores de televisión y editores de revistas, también. Parece
claro que todos ellos son guiados por el singular imperativo de fomentar
“la educación pública sobre ciencia”, como lo planteó tan aptamente el
presidente del Instituto Cambriano.
Sin embargo, hay un segundo artículo en la agenda, y es para proteger al
público de pensamientos “no-científicos” e ideas que pudieran infectar
la mente de las masas.
Nosotros
señalamos algunos de esos tabú al principio del artículo, ahora debemos
agregar que son también “malsanos, incompletos” e inaceptables” para
engancharse en ninguna de las búsquedas siguientes de investigación:
...y todo el resto de las “pseudo-ciencias”.
¿Tendrá esto un anillo familiar en él? ¿Estaremos escuchando los débiles ecos del fanatismo religioso? ¿Quien le dio a la ciencia la misión de ingeniería y dirección de las búsquedas inquisitivas de los ciudadanos del mundo libre?
Es cualquier
cosa menos imposible para cualquier papel científico que tenga
ramificaciones anti-Darwinianas ser publicado en un periódico científico
de la corriente principal. También es simplemente tan imposible
conseguir temas “tabú” incluso para la tabla de revisión, y podemos
olvidarnos acerca de encontrar nuestro nombre bajo el título de
cualquier artículo en la revista Naturaleza (Nature), a menos que uno
sea un científico acreditado, ¡incluso si uno fuera el próximo Albert Einstein!
Para volver a exponer cómo comienza esta conspiración, será con dos
filtros: credenciales y revisión por parte de otros. La Ciencia Moderna
es ahora un laberinto de tales filtros, puestos para promover ciertas
teorías ortodoxas, y al mismo tiempo, filtrar fuera aquella información
que ya está pre-juzgada a ser inaceptable. Los principios guías no son
precisamente la evidencia y el mérito. Estos principios de objetividad,
acceso y apretura han sido reemplazados por conformidad y posición,
dentro de la comunidad establecida.
Los científicos no vacilan en lanzar los más indignantes ataques
personales en contra de aquellos que ellos perciben ser el enemigo. El
eminente paleontólogo,Louis Leakey describió este ácido de una sola línea acerca de la “Arqueología Prohibida”, (Forbidden Archeology)
“Su libro es puro disparate, y no merece ser tomado en serio por nadie que no sea un tonto.”
De nuevo, vemos
el empuje de un ataque personal: los méritos de la evidencia presentada
en el libro no son examinados o debatidos. Es una embotada y
autoritaria declaración o pronunciamiento.
En una próxima parte, examinaremos algunos casos más, documentados, y
cavaremos más profundo en las dimensiones más sutiles de la
conspiración.
Por Will Hart
traducción de Adela Kaufmann
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