No se puede predecir el futuro, pero los científicos sí están seguros de que el apocalipsis no estará marcado de esta forma en el calendario (maya) antes de NavidadDía 06/11/2012
Impacto de un asteroide contra la Tierra
Si es usted un habitante de este planeta -especialmente si utiliza internet- sabrá sin género de dudas que el mundo acaba dentro de unas cuantas semanas. Una errónea -según coinciden los arqueólogos expertos en el mundo maya- y prácticamente histérica interpretación del calendario
 de este pueblo prehispánico sitúa el 21 de diciembre de 2012 como el 
fin de los tiempos. En esa fecha, dicen los agoreros, ocurrirá una 
importante transformación del orden mundial, una especie de cataclismo 
cósmico provocado por algo que puede caer del cielo. Sin embargo, los 
científicos están convencidos de que el 21 de diciembre es un día como 
otro cualquiera para prepararnos para el juicio final, tan bueno como 
puede ser mañana, pasado mañana, el lunes que viene o dentro de veinte 
años. A continuación, recogemos las distintas causas de un apocalipsis 
que, con seguridad, no ocurrirá antes de Navidad.
1- El choque con el planeta Nibiru
No sucederá ningún choque con ningún planeta, llámese Nibiru o Planeta X,
 simplemente porque ¡no existe! Este es uno de los bulos más grandes y 
absurdos acerca del 21 de diciembre. Y lo más chocante es que ha llegado
 a preocupar a un buen número de personas, según reconoció en su día la 
propia NASA, asombrada porque recibía mails y cartas de ciudadanos 
angustiados por esta posibilidad. Algunos hasta llegaron a sospechar que
 los gobiernos y organismos oficiales trataban de esconder al público 
esta amenaza. Pero desde el punto de vista científico la historia no 
tiene ni pies ni cabeza. Ningún satélite ni sonda de observación ha dado nunca con Nibiru y sería imposible ocultar semejante catástrofe.
 Un planeta así en nuestro sistema solar habría sido conocido desde hace
 mucho tiempo, por observación directa por infrarrojos o por las 
perturbaciones gravitacionales en otros objetos. Además, a estas 
alturas, ya lo tendríamos encima y sería perfectamente visible a simple vista.
2- El impacto de un gigantesco asteroide
Tampoco saldrá en las noticias de 
diciembre. Desde luego, no uno lo suficientemente grande como para 
provocar una destrucción masiva como la que acabó con los dinosaurios 
(supuestamente y según la teoría más aceptada) hace 65 millones de años.
 De acuerdo, como ya ha sucedido en el pasado nada nos dice que no pueda volver a ocurrir, pero no próximamente.
 Los astrónomos de la NASA tienen un completo programa de seguimiento de
 la trayectoria de los asteroides potencialmente peligrosos para la 
Tierra y no han observado ninguno que pueda ser tan amenazador como el 
aniquilador de dinosaurios. La agencia espacial pone a disposición del 
público los hallazgos de nuevos asteroides y sus aproximaciones,
 y cualquiera puede comprobar que no esperamos visita (nos referimos a 
una grande, claro) el famoso día 21. Las rocas pequeñas son más 
difíciles de detectar y muchas veces su aparición sorprende a los 
astrónomos, pero, aunque es cierto que pueden ser dañinas, no tienen la 
capacidad de causar catástrofes a gran escala.
3- Una llamarada solar que deje frita la Tierra
El científico de la NASA David Morrison, experto en el 
sistema solar y en impactos de asteroides, acuñó hace ya unos años el 
término «cosmofobia»
 (miedo al cosmos), un tipo de angustia que a su juicio ha crecido 
enormemente en los últimos años por causa de los rumores sin fundamento 
sobre el calendario maya. Este es uno de esos temores que forman parte 
de la cosmofobia: ¿puede el Sol lanzarnos una llamarada que acabe con la
 Tierra? Los científicos han advertido en numerosas ocasiones de la necesidad de protegernos de las eyecciones de partículas del Sol,
 que pueden, si son fuertes y apuntan directamente a nuestro planeta, 
provocar serios problemas en nuestras redes de energía y comunicaciones.
 La propia NASA elaboró hace años un informe en el que se ponía en el 
peor de los casos y que suponía una catástrofe mundial. Sin embargo, 
ante la expectación que ha levantado este fenómeno, la agencia espacial ha desmontado una serie de mentiras extendidas popularmente. Para empezar, el Sol alcanzará su máxima actividad a finales de 2013 o a principios de 1014,
 no en 2012 y ni siquiera entonces tendrá la suficiente energía para 
enviar un latigazo de fuego desde 93 millones de millas que pueda 
destruir la Tierra. La agencia reconoce la necesidad de proteger el 
planeta de estas tormentas solares, pero también recuerda que los ciclos
 solares (con picos de actividad cada once años) se han producido 
durante milenios sin provocar daños excesivamente graves.
4-Alineación cósmica
La Tierra y el Sol se alinean con el el centro de la Vía 
Láctea cada diciembre, pero es un evento anual que no tiene ninguna 
consecuencia para nosotros. El asunto de la alineación se puso de moda 
no hace mucho, ante la visita del cometa Elenin
 en 2011. Se creía que el cometa podía provocar una larga lista de 
desastres, entre ellos erupciones masivas, grandes terremotos, tsunamis y
 tormentas solares catastróficas, debido a que iba a estar alineado con 
la Tierra y el Sol, lo que significa que se podría trazar una línea 
recta que tocara a la vez los tres cuerpos celestes. Y resulta las dos 
últimas veces que esa alineación se produjo coincidió con los terremotos
 de Chile (el 27 de febrero de 2010) y de Japón (el 11 de marzo de 
2011). Sin embargo, como recordarán, el cometa Elenin alcanzó su máxima 
cercanía a la Tierra a mediados de octubre de 2011 y continuó su viaje 
sin causar el más mínimo daño al planeta. Es más, el «lucero de las 
catástrofes» acabó desintegrado.
5- Inversión de los polos magnéticos de la Tierra
Una reversión geomagnética es un cambio en la orientación 
del campo magnético terrestre de forma que se intercambien las 
posiciones del polo norte y sur magnético. En realidad, estos eventos pueden durar de cientos a miles de años,
 y nada indica que tenga que suceder, exactamente, dentro de unos días. 
Es improbable que ocurra en unos milenios y, hasta donde se conoce, no 
tiene porqué causar daños a la vida en la Tierra.
Fuente: ABC.es
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