La obra póstuma de Saint-Yves d´Alveydre, titulada Mission de l´Inde, que fue publicada en 1910, contiene la descripción de un centro iniciático misterioso designado bajo el nombre deAgarttha. Pero
muchos lectores de dicho libro debieron suponer que eso no era más que
un relato puramente imaginario, una suerte de ficción que no reposaba
sobre nada real. En efecto, si se quiere tomar todo al pie de la letra,
hay algunas inverosimilitudes que, al menos para aquellos que se atienen
a las apariencias exteriores, podrían justificar una tal apreciación.
Y
sin duda Saint-Yves había tenido buenas
razones para no hacer aparecer él mismo esta obra, escrita desde hacía
bastante tiempo, y que verdaderamente no estaba puesta a punto. Por otra
parte, hasta entonces, en Europa no se había hecho apenas mención del Agarttha y de su jefe, el Brahmâtmâ,
más que por el escritor Louis Jacolliot. Se cree que éste había oído
hablar realmente de estas cosas en el curso de su estancia en la India,
pero que después las había arreglado de una manera eminentemente
fantasiosa.
Pero, en 1924, se produjo un hecho inesperado: el libro
titulado “Bestias, Hombres, Dioses”,
en el que Ferdinand Ossendowski cuenta las peripecias de un viaje
accidentado que hizo en 1920 y 1921 a través de Asia central, encierra,
sobre todo en su última parte, relatos casi idénticos a los de
Saint-Yves; y el ruido que se produjo alrededor de este libro
proporciona una ocasión favorable para romper el silencio sobre esa
cuestión del Agarttha.
Alejandro Saint-Yves d’Alveydre (1842 – 1909), esoterista francés y autor de “El Arqueómetro“, “La Teogonía de los Patriarcas” y una Colección de textos titulados “Las Misiones”
(de los judíos, de los franceses, etc). En ellas cubre grandes periodos
históricos y trata temas con profundidad inusitada, revelando al
Maestro. Hay quién lo considera miembro de laAgartha Shanga de
la época. Aunque su lenguaje es claro, el uso de neologismos y la
referencia a conceptos de la Teogonía y Cosmogonía, dificultan la
comprensión de los contenidos.
Fue guía de distinguidos discípulos tales
como Gerard Encausse Papus, fundador de la Orden Martinista. Y Ch.
Gougy el arquitecto realizador de los planos arqueométricos. Ambos
fueron miembros de la Sociedad Civil “Los Amigos de Saint Yves“. La clave del “El Arqueómetro”
es retomado por otros autores tales como el Dr. Serge Raynaud de la
Ferriere, fundador de la GFU, quién la aplica en los libros “Yug, Yoga, Yoghismo” y “Los Grandes Mensajes“.
Fernando Ossendowski, en su libro “Bestias, Hombres, Dioses”,
explica una profecía desconocida para la gran mayoría de la gente, pero
no por eso menos inquietante. Fue anunciada, tal como dice el texto, a
finales del siglo XIX a los lamas de un monasterio budista en Asia. Y
fue escrita por el autor del libro mencionado a comienzos del siglo XX,
según consta en los registros editoriales.
Al analizar esta profecía
detalladamente podemos observar interesantes similitudes con
acontecimientos sucedidos durante el siglo XX y escalofriantes
predicciones que deberían suceder en el presente siglo. El texto es el
siguiente: “El hutuktu de Narabanchi me refirió lo siguiente cuando tuve ocasión de visitarle en su monasterio al empezar el año 1921: - “la
vez que el rey del mundo apareció a los lamas de nuestro monasterio,
favorecidos por Dios, hace treinta años, hizo una profecía relativa a
los años venideros, que entre otras cosas, dice: ” ……
Enseguida vendrán
dieciocho años de guerra y cataclismos… Luego los pueblos de Agharti
saldrán de sus cavernas subterráneas y aparecerán en la superficie de la
tierra…”. Agartha, también conocida o denominada Agarthi, Agharta o
Agarttha, es, según la tradición oriental, un reino constituido por
numerosas galerías subterráneas que conectan con decenas de ciudades
intraterrestres habitadas por seres de un altísimo nivel de
conocimiento, que custodian y preservan la evolución planetaria.
Diferentes
culturas de todo el planeta, especialmente en Asia, han dejado
importantes referencias acerca de este misterio. La situación geográfica
de su capital, de nombre Shambala, se encontraría bajo el desierto de
Gobi. Estas teorías son tan antiguas como la humanidad y en algunas
leyendas se habla del reino subterráneo de Agartha, que se encuentra
bajo los montes del Tibet.
Se ha dicho en muchas ocasiones que los tan
discutidos ovnis no proceden del espacio, sino que tienen sus bases en
el interior de la Tierra, que abandonan saliendo precisamente por las
dos aberturas que existen en ambos Polos. “Ahí vive la raza superior, la misma que un día subirá a aniquilarnos“.
Esta teoría, defendida hace dos siglos por el inglés Bulwer Lytton,
sería aceptada por los filósofos del nazismo, quienes se mostrarían
convencidos de la existencia de un sol interior.
Este sol iluminaría a
una tierra hueca cuyos habitantes serían de raza aria y odiarían a
muerte a los que vivimos en la superficie del planeta. El mito de este
mundo secreto en las profundidades de la tierra nos conduce hasta a la
religión Brahamánica. En el libro “El rey del Mundo” (1927), el
esotérico francés René Guénon enumera gran cantidad de tradiciones
antiguas que hablan de una tierra santa localizada en lugares
legendarios, como la Atlántida, el Reino del Preste Juan o el propio
Castillo de Camelot entre otros.
René Guénon o
Abd al-Wâhid Yahyâ (1886 -1951) fue un matemático, filósofo y metafísico
francés. De profesión matemático, es conocido por sus publicaciones de
carácter filosófico espiritual y su esfuerzo en pro de la conservación y
divulgación de la Tradición Espiritual. Me ha basado en gran parte en
las obras de este eminente filósofo para escribir este artículo,
especialmente en su obra “El Rey del Mundo”.
De todos modos, recomiendo al lector leer sus obras, que son de una gran erudición. Se le relaciona con Ananda Coomaraswamy,
otro gran metafísico anglo-indio de la primera mitad del siglo XX. René
Guénon, gran estudioso de las doctrinas orientales y de las religiones,
se esforzó por aportar a Occidente una visión no simplista del
pensamiento oriental, especialmente de la India y por su defensa de las
civilizaciones tradicionales frente a Occidente. Destaca su crítica a la
civilización occidental desde presupuestos metafísicos y no ideológicos
ni políticos. El estudio de sus libros sobre el hinduismo es
indispensable para todas aquellas personas que quieran profundizar en
dicha tradición. René Guénon, hijo único de Jean-Baptiste, arquitecto, y
de Anna-Léontine Jolly, nace en Blois el 15 de noviembre de 1886.
Transcurre en esta ciudad una infancia y una adolescencia totalmente
normales, recibiendo la primera educación de su tía materna,
institutriz, y continuándola luego en la escuela de Notre-Dame des
Aydes, conducida por religiosos. En 1902 pasa al Colegio
Augustin-Thierry y al año siguiente se recibe de bachiller «ès lettres-philosophie».
En 1904 se
dirige a París, para seguir un curso académico de matemáticas superior
en el colegio Rollin. Sin embargo, en 1906 aproximadamente interrumpe
sus estudios universitarios, a causa, se dice, de su salud, que según
parece ya era bastante delicada desde la infancia. Después de la
interrupción de los estudios académicos comenzó para René Guénon un
período rico en encuentros y fecundo en escritos; sin embargo, es en
extremo difícil recoger testimonios seguros sobre sus relaciones,
complejas, y generadas frecuentemente por motivos que tenían una
relación directa con el desarrollo de su obra escrita, en particular en
su aspecto de clarificación y condena de las pseudo-doctrinas ocultistas
y «teosofistas». En el período que va de 1906 a 1909 René Guénon frecuenta la «Escuela Hermética»,
dirigida por Papus, y se hace admitir en la Orden Martinista y en otras
organizaciones colaterales.
En el congreso espiritualista y masónico de
1908 en el que participa en calidad de secretario de despacho, entra en
relación con Fabre des Essarts, «patriarca» de la «Iglesia Gnóstica»,
en la cual lleva el nombre de Synesius. René Guénon ingresa en esta
organización con el nombre de Palingenius. Aquí conoce a dos personajes
de notable apertura mental: Léon Champrenaud (1870-1925) y Albert Puyou,
conde de Pouvourville (1862-1939), el primero entraría más tarde en el
Islam con el nombre de Abdul-Haqq, el segundo un ex-oficial del ejército
francés que durante su destino en Extremo Oriente había sido admitido,
caso más bien raro para un occidental, en ambientes taoístas.
Siempre en este mismo período se produce la formación de una «Orden del Templo»,
dirigida por Guénon; esta organización tendrá una vida breve, pero
costará a su fundador el ser excluido de los grupos dirigidos por Papus.
También es de este período la admisión de René Guénon a la Logia
masónica Thébah, dependiente de la Gran Logia de Francia, del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.
Es 1908 el año al que algunos hacen remontar el encuentro de Guénon con
calificados representantes de la India tradicional.
En 1909 funda la
revista La Gnose, donde aparecerán su primer escrito, titulado El Demiurgo,
así como artículos sobre Masonería y, lo que es más importante en
cuanto que demuestra cómo las doctrinas orientales ya habían sido
completamente asimiladas por él en esta época, las primeras redacciones
de El Simbolismo de la Cruz, El Hombre y su devenir según el Vêdânta y Los principios del cálculo infinitesimal.
A fines de 1910 conoce a John Gustaf Agelii, pintor sueco devenido
musulmán con el nombre de Abdul-Hadi cerca de 1897, y vinculado al Tasawwuf (esoterismo islámico) por el Sheikh Abder-Rahmân Elish el Kebir. La revista La Gnose deja
de publicarse en febrero de 1912. El 11 de julio del mismo año René
Guénon se casa en Blois con la Srta. Berthe Loury y, en este mismo año
entra en el Islam. A los años 1913-1914 se remonta su encuentro con un
hindú, el Swami Narad Mani, quien le procura una documentación sobre la «Sociedad Teosófica».
Entre 1915 y 1919 es suplente en el colegio de Saint-Germain- en-Laye,
reside en Blois, donde muere su madre en 1917, y es profesor de
filosofía en Sétif (Argelia). Retorna a Blois y luego a París. En 1924
(y hasta 1929) da lecciones de filosofía en el curso Saint-Louis. En
este año tiene lugar una conferencia de prensa en la cual participa
junto a Ferdinand Ossendowski, polaco, autor de una crónica de viaje a
través de Mongolia y el Tíbet que había despertado un cierto interés
algunos años antes, Gonzague Truc, René Grousset, y Jacques Maritain.
También en 1924 aparece la obra Oriente y Occidente.
El año 1925 ve su colaboración con la revista católicaRegnabit, dirigida por el R. P. Anizan, que le había sido presentado por el arqueólogo Louis Charbonneau Lassay, de Loudun. El 15 de enero de 1928 fallece su esposa. En este mismo año comienza su colaboración regular con la revista Le voile d’Isis, la que desde 1933 tomará el título de Études Traditionelles.
En 1930 parte para El Cairo, donde se establecerá definitivamente, desposando en 1934 a la hija del Sheikh Mohammed Ibrahim,
con la que tuvo cuatro hijos (dos varones y dos niñas), uno de ellos
póstumo. El resto de su obra de clarificación doctrinal fue compuesta en
el período de su estadía en Egipto, período que va de 1930 a 1951, año
en el que muere, el día 7 de enero.
René Guénon
define el mundo moderno de su época como la degeneración e inversión del
mundo tradicional. Por una parte el carácter decisivo de la modernidad
es su carácter anti-tradicional, su negación de toda herencia del pasado
y su falta de reconocimiento de cualquier deuda con una sabiduría o
cultura anterior. La oposición clásica entre Occidente y Oriente no es
geográfica sino ideológica y doctrinal.
Por eso se puede decir, un poco
paradójicamente, que mientras Europa fue tradicional (en la Edad Media)
se la podía calificar de “oriental” desde nuestra perspectiva actual. Del mismo modo el Oriente actual, investido de pensamiento occidental, no es ya “oriental“,
está occidentalizado (o en otras palabras des-orientado, si tomamos el
sentido simbólico y profundo del término). En efecto, como advertía René
Guénon, la Edad Media estaba más cercana a la civilización india o
extremo-oriental que a nuestra sociedad actual en cualquiera de sus
aspectos.
De hecho el carácter tradicional de la Edad Media aseguraba y
garantizaba un permanente contacto y diálogo con el Oriente tanto
geográfico como doctrinal. La conclusión última de su obra (contenida
principalmente en El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos)
es que la condición del mundo moderno testimonia el fin del ciclo
actual de la humanidad, algo que señalan simbólicamente los mismos
términos Oriente y Occidente.
Su obra escrita
se puede dividir en varios bloques temáticos: exposición de doctrinas
orientales y principios metafísicos: aquí se encuentran obras como Introducción General al estudio de las Doctrinas Hindúes (su primera obra, que escribió por encargo y que es una introducción a la Tradición en general), Los estados múltiples del Ser o Principios del cálculo infinitesimal;
estudios sobre simbolismo y su interpretación ortodoxa tradicional, en
este apartado se encuadran los numerosos artículos escritos para la
revista El velo de Isis que posteriormente pasaría a llamarseRevista de Estudios Tradicionales.
Estos artículos fueron compilados por Michel Vâlsan en la obra póstuma Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada y en La Gran Tríada;
ensayos relativos a la Tradición Primordial, la Iniciación y las
sociedades iniciáticas tanto actuales (Masonería) como históricas:
El Rey del Mundo;
reflexiones críticas sobre el mundo moderno y la sociedad occidental.
Contra lo que podría parecer, René Guénon estuvo muy preocupado por el
mundo presente. Partiendo de una fuerte crítica a la sociedad occidental
pueden distinguirse tres etapas cronológicas en su toma de postura
respecto a la cuestión, etapas que se corresponden a su vez con las tres
obras en que aborda principalmente el problema de la modernidad.
Oriente y Occidente es
la primera de ellas, aborda la falta de comprensión y entendimiento
entre esos dos mundos que denominamos Oriente y Occidente, condenados a
entenderse si no quieren aniquilarse recíprocamente y perecer. René
Guénon defiende una salida inevitablemente dialogada a esta tradicional
oposición como vía para lograr el entendimiento entre las diferentes
culturas.
Hay que señalar que pese a traslucir un optimismo ingenuo es
precursor al señalar esta confrontación (o conflicto) que hoy día está
en el punto de mira de todos los analistas del mundo actual. La Crisis del Mundo Moderno,
a la luz de los acontecimientos que se sucedían en el período de
entreguerras René Guénon ve matizado su optimismo, pero no abandona la
idea de que el entendimiento entre ambos y la rectificación en vista a
una vuelta a la normalidad de Occidente, son posibles.
Su análisis se
sustenta en la confianza de preservación (en cierta medida) del Espíritu
Tradicional en el extremo Oriente, en particular en las culturas china e
india. El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos es, sin
duda, su mayor, más completa, ambiciosa y acabada obra. Sus anteriores
optimismo y confianza dan lugar a un análisis más duro y frío en el que
domina el pesimismo y quizá cierto desapego por el destino de la
civilización humana actual. En efecto, la Guerra Mundial no deja lugar
para la esperanza ni el optimismo.
En esta obra René Guénon analiza la
civilización occidental partiendo de los principios generales del
Vedânta y situándola dentro del marco de las Cuatro Edades(Yugas)
que establece la Tradición. Las conclusiones son tan demoledoras como
preocupantes por lo que suponen a futuro. Esta clasificación temática de
la obra de René Guénon no es rigurosa, pues en cada obra se encuentran
contenidos pertenecientes a los otros campos. Sería vano intentar
sistematizar una obra tan interdisciplinar y que se quiere abierta, a
diferencia de un sistema filosófico que pretende siempre ser completo y
cerrarse sobre sí mismo. Su obra no intenta ser un sistema cerrado,
definido y acabado sino una mirada abierta y múltiple sobre el mundo,
llena de sugerencias y referencias a todos los campos.
Louis
Jaccolliot, Alexandre Saint-Yves d”Alveydre y Ferdinand Ossendowski
fueron los primeros en difundir la descripción de Agartha. La teosofa
Helena Blavatsky mantiene la opinión y creencia de que el reino de
Agartha fue fundada por semi-dioses provenientes del planeta Venus. Las
doctrinas esotéricas mas fantasiosas retrasan su fundación hasta hace
unos quince millones de años.
La idea de mundos subterráneos se pudo
haber inspirado en creencias religiosas antiguas como el Hades, el Sheol
y el infierno. La palabra Agharta es de origen budista. Se refiere al
Mundo o Imperio Subterráneo, en cuya existencia creen los budistas.
Ellos también creen que este Mundo Subterráneo tiene millones de
habitantes y muchas ciudades, con Shamballah como su capital. Allí vive
el Gobernante Supremo del Imperio, conocido en oriente como el Rey del Mundo.
Se cree que el Dalai Lama del Tíbet es su representante en la
superficie. Transmite sus mensajes utilizando algunos túneles secretos
que conectan el mundo subterráneo con el Tíbet. Brasil, en el oeste, y
Tíbet, en el este, parecen ser las dos partes del mundo donde se accede
con mayor facilidad a este Mundo Subterráneo.
El famoso artista,
filósofo y explorador ruso Nicholas Roerich, que viajó por Asia central,
sostenía que Lhasa, la capital del Tíbet, estaba conectada mediante un
túnel con la ciudad de Shamballah, capital del imperio subterráneo de
Agharta. La entrada al túnel estaba vigilada por lamas, a los que el
Dalai Lama había hecho jurar secreto sobre su ubicación. Se creía que
había un túnel similar que conectaba la base de la pirámide de Gizeh con
el Mundo Subterráneo, por el que se supone que se podía establecer
contacto con los “dioses” del mundo subterráneo.
Las diferentes
estatuas gigantes de los primeros dioses y reyes egipcios, así como las
de Buda, hallados en todo Oriente, representan los “dioses”
subterráneos que vinieron a la superficie para ayudar a la raza humana.
Eran emisarios de Agharta, el paraíso subterráneo al que todos los
budistas desean llegar. La tradición budista dice que la primera
colonización de Agharta se produjo hace muchos miles de años, cuando un
hombre santo condujo bajo tierra a una tribu que desapareció. Se supone
que los gitanos provienen de Agharta, lo cual explicaría sus permanentes
traslados.
¿Para encontrar el hogar perdido? Esto nos recuerda a Noé,
que se supone residía en la Atlántida y que se salvó del diluvio que
sumergió a la mítica isla. Se cree que él llevó a su grupo a las altas
planicies del Brasil, donde se establecieron en ciudades subterráneas,
conectadas con la superficie por medio de túneles, para poder escapar de
los residuos radioactivos producto de una supuesta guerra nuclear que
se cree iniciaron los atlantes.
Se supone que esta civilización
subterránea tiene muchos miles de años (se cree que la Atlántida se
hundió hace +11.500 años) y se afirma que son capaces de manejar fuerzas
que nosotros ignoramos, como demuestran sus naves volantes operando con
una fuente de energía desconocida. Ossendowski sostiene que el Imperio
de Agharta consiste en una red de ciudades subterráneas, conectadas
entre sí por túneles, por los que pasan vehículos a tremendas
velocidades, tanto debajo de la tierra como del océano.
Estos pueblos
viven bajo el reinado de un gobierno mundial, encabezado por el Rey del
Mundo. Representan a los descendientes del continente perdidos de Mu
(Lemuria) y la Atlántida, además de los de Hiperborea. Las versiones
positivas afirman que en distintas épocas los “dioses” de
Agharta vinieron a la superficie para enseñar a los seres humanos y
salvarlos de las guerras, las catástrofes y la destrucción.
De todos
modos hay varios datos que parecen apuntar a algunas intervenciones
menos pacíficas. En la épica hindú, el Ramayana, describe a Rama como un
emisario de Agharta, que vino en un vehículo aéreo. Osiris fue otro
dios subterráneo. Según Donnelly, en su libro “Atlantis: el mundo antediluviano”, los “dioses”
de los antiguos eran los gobernantes de la Atlántida y miembros de una
raza de semidioses que gobernaba la humanidad. Antes de la destrucción
de su continente, que ya habían previsto, viajaron en sus naves volantes
al Mundo Subterráneo, a través de la abertura polar, donde aún viven. “El imperio de Agharta“, escribió Ossendowski en su libro “Bestias, Hombres, Dioses”, “se extiende por túneles subterráneos a todas partes del mundo“.
En ese libro habla de la vasta red de túneles construida por una raza
prehistórica de la más remota antigüedad, que pasa debajo de océanos y
continentes, y por los que viajaban vehículos veloces. El imperio del
que habla Ossendowski y que aprendió de los lamas del Lejano Oriente
durante sus viajes en Mongolia, consiste en ciudades subterráneas bajo
la corteza terrestre. Debemos diferenciar éstas de las que están
situadas en el supuesto centro hueco de la tierra. Por lo tanto, existen
dos mundos subterráneos, uno más superficial y otro en el centro de la
tierra.
El escritor
O.C. Huguenin, en su libro sobre OVNIS y el mundo subterráneo, cree que
existen muchas ciudades subterráneas en diferentes profundidades, entre
la corteza terrestre y el interior hueco. Con respecto a los habitantes
de estas ciudades, escribe lo siguiente: “Esta otra humanidad tiene
un alto grado de civilización, organización económica y social y
progreso cultural y científico. En comparación, la de la superficie
terrestre es una raza de bárbaros“. En su libro, Huguenin muestra
también un diagrama del interior de la tierra, en el que se observan
varías ciudades subterráneas en diferentes niveles de profundidad,
conectadas entre sí por túneles. Las describe dentro de inmensas
cavidades en la tierra.
¿De dónde obtuvo su información? Dice que la
ciudad de Shamballah, la capital del imperio subterráneo, está en el
centro de la tierra en vez de encontrarse cerca de la corteza sólida.
Sobre este mundo subterráneo escribió lo siguiente: “Todas las
cavernas subterráneas de América están habitadas por gente antigua que
desapareció del mundo. Estos pueblos y las regiones subterráneas donde
viven están bajo la misma autoridad suprema del Rey del Mundo. Tanto el
océano Atlántico como el Pacífico, una vez fueron el hogar de los vastos
continentes que luego se sumergieron; y sus habitantes hallaron refugio
en el Mundo Subterráneo. Las profundas cavernas están iluminadas por
una luz resplandeciente que permite el crecimiento de cereales y otros
vegetales y les brinda una larga vida, libre de enfermedades. En este
mundo, existe una gran población y muchas tribus“.
En su libro “The Coming Race”,
Bulwer Lytton describe una civilización mucho más avanzada que la
nuestra, que existe dentro de grandes cavidades en el interior de la
Tierra, conectada con la superficie mediante largos túneles. Estas
inmensas cavidades están iluminadas por una misteriosa luz que no
requiere de lámparas. Esta luz mantenía la vida vegetal y permitía a los
habitantes subterráneos cultivar sus propios alimentos.
Los habitantes
que Lytton describe eran vegetarianos y disponían de aparatos que les
permitían volar en vez de caminar. Estaban libres de enfermedades y
tenían una organización social perfecta, en la que cada uno recibía lo
que necesitaba, sin la explotación de unos por otros. No se ha dejado de
acusar a Ossendowski de haber plagiado a Saint-Yves. Primero, hay lo
que podría parecer más inverosímil en Saint-Yves mismo, tal como la
afirmación de la existencia de un mundo subterráneo que extiende sus
ramificaciones por todas partes, bajo los continentes e incluso bajo los
océanos, y por el cual se establecen comunicaciones invisibles entre
todas las regiones de la tierra.
Por lo demás, Ossendowski, que no toma
en cuenta esta afirmación, declara incluso que no sabe qué pensar de
ella, aunque la atribuye a diversos personajes que él mismo ha
encontrado en el curso de su viaje. Hay también, sobre puntos más
particulares, el pasaje donde el «Rey del Mundo» es
representado ante la tumba de su predecesor, el pasaje donde se trata
del origen de los Bohemios, que habrían vivido antaño en el Agarttha, como muchos otros todavía. La existencia de pueblos «en tribulación»,
de los que los Bohemios son uno de los ejemplos más sobresalientes, es
realmente algo muy misterioso y que requeriría ser examinado con
atención. Saint-Yves dice que hay momentos, durante la celebración
subterránea de los «Misterios cósmicos», donde los viajeros que
se encuentran en el desierto se detienen, donde los animales mismos
permanecen silenciosos; El Dr. Arturo Reghini dice que esto podría tener
alguna relación con el timor panicus de los antiguos.
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