Por Miguel Jara
Como os
contaba el Gobierno de Canadá alerta sobre el riesgo de suicidio
en los medicamentos utilizados en el tratamiento del Trastorno de
Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH). España es uno de los máximos
consumidores y el mercado no para de crecer. ¿Cual será la incidencia de la
citada grave reacción adversa?
Desde los
años 1990 del siglo pasado se observa un gran aumento en el diagnóstico de
TDAH que va ligado a la mayor prescripción de fármacos psicoestimulantes.
El “rey” es el metilfenidato,
una sustancia cuya estructra química es muy similar a la de las anfetaminas. De
nuevo recurro al libro Volviendo a la normalidad del catedrático en
Psicología, Marino Pérez, que os aconsejo que os toméis el placer de
leer.
Las Naciones
Unidas indican que entre los años 2000 y 2011 el consumo de metilfenidato
se ha multiplicado por 20 en España. En Estados Unidos “sólo” por cuatro
aunque es el mayor consumidor mundial del medicamento.
Nuestro país
es uno de los que más crece en el mercado de “drogas legales” para la
infancia y las expectativas para los inversores de las compañías productoras
del fármaco son fabulosas: está previsto un 8% de crecimiento anual entre 2012
y 2018 (superando a EE.UU.).
Perdonad que
lo enfoque así, por el tema económico, ya sé que lo que está en juego es la
salud de nuestros hijos y ahí vamos pero antes intentad comprender las
dimensiones de este negocio, que es lo que es. Juzgad si no. En la Comunidad
de Madrid, donde yo vivo, el consumo de psicoestimulantes se ha multiplicado
por cinco en el periodo comprendido entre 2005 y 2011.
Esto
confirma lo que dicen otros expertos: en España el despegue de la hiperactividad
en los niños como “enfermedad” se produjo en 2004 coincidiendo con la comercialización del metilfenidato
de liberación prolongada. En USA casi el 88% de los menores de
diez años diagnosticados de TDAH tomaban estos medicamentos en 2010.
En España
hay un 6,8% de niños y niñas que reciben este diagnóstico, basado sobre todo en
criterios del Manual de Trastornos Mentales conocido como
DSM. No es fácil saber cuántos niños y niñas toman hoy drogas
psicoestimulantes para el TDAH y no podemos hacer cálculos proque tampoco
conocemos qué proporción de suicido o de intenciones suicidas se han producido
entre los consumidores de medicamentos para la hiperactividad.
Urge pues
que los centros de farmacovigilancia estudien a fondo esta nueva -aunque
advertida hace ya algunos años incluso por la agencia estadounidense de medicamentos, la FDA-
reacción adversa asociada a los citados psicofármacos, porque si las cifras de
consumo en España son “epidémicas”, no quiero pensar qué parte de
responsabilidad en los suicidios infantiles pueden llegar a tener los fármacos
para el TDAH.