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sábado, 2 de febrero de 2013

El fraude alimentario.

Traducción de Cecilia Benitez.

En algunos vinos se festeja su aroma a hierbas, pero si su taza de té tiene ese perfume dulzón con olor a tierra quizá sea porque el fabricante le agregó pasto.

fraude alimentario
© Desconocido

Una de las formas en que se adultera el aceite de oliva es diluyéndolo con versiones de más baja calidad.
Esta práctica constituye un fraude alimentario y los fabricantes de alimentos la utilizan para bajar costos. La Convención de la Farmacopea de los Estados Unidos (US Pharmacopeial Convention, USP), una organización científica independiente, sin fines de lucro, acaba de anunciar que la actualización de su base de datos arroja un marcado aumento en la adulteración de alimentos en 2011 y 2012. Quiere decir que la práctica de agregar pasto y hojas de helecho al té es mucho mayor de lo que se creía.


El Dr. Jeffrey Moore, creador de la base de datos y principal investigador, explicó que esta base se ideó para ayudar a los fabricantes de alimentos, a los reguladores y a otras entidades a mejorar la seguridad en el abastecimiento de los alimentos.

"Si bien el fraude alimentario existe desde hace siglos, con un puñado de casos notorios bien documentados, sospechamos que lo que sabemos de este tema no es más que la punta del iceberg", dijo Moore.

Los hallazgos de la USP indican que los productos como la leche, el aceite de oliva y las especias siguen siendo los más vulnerables a la adulteración, cuya forma más común es la dilución.

En un estudio realizado en 2012, las autoridades indias descubrieron que la mayoría de las muestras de leche del país estaban diluidas o contenían agentes poco apetitosos como peróxido de hidrógeno, detergente y urea (un compuesto que se encuentra en forma natural en la orina y se puede producir sintéticamente). En Sudamérica, algunos productores de leche habían reemplazado la materia grasa de la leche por aceite vegetal.

El aceite de oliva suele diluirse con versiones de más baja calidad del mismo producto; por otra parte, los informes también señalan casos en China donde se utiliza aceite desechado como aceite para cocinar.

Los alimentos de mar, el jugo de limón y el té son también alimentos muy vulnerables a la adulteración.

En un estudio de 2009 se reveló que los restaurantes de sushi con frecuencia mentían acerca del pescado que vendían. La USP se preocupa especialmente de la venta del pez escolar que está prohibido en muchos países porque puede producir una forma especial de envenenamiento. Los comerciantes de pescados a veces venden escolar como atún blanco o como palometa. "En los productos del mar los controles de seguridad alimentaria son específicos para cada especie, lo cual complica bastante la sustitución de un pez por otro", expresó Moore.

Algunos informes contienen documentos que se remontan al siglo XIX y muestran de qué forma los comerciantes diluían la ginebra con agua para aumentar su volumen y le agregaban pimienta de cayena, azúcar y canela para darle más sabor.

Para aumentar el peso de los alimentos de grano se les agregaba arena, piedritas o "basuritas".

Recientemente, el fraude alimentario suscitó una gran protesta a nivel público. La semana pasada salió a la luz un informe donde se revela que las hamburguesas de ternera vendidas por algunas cadenas de supermercados británicas contenían ADN de caballo y de cerdo. En una oferta de hamburguesas el análisis dio que había un 29 % de carne de caballo en el contenido total supuesto de carne vacuna.

En 2008, China pasó por uno de los peores problemas de seguridad alimentaria del siglo cuando murieron seis pequeños y 300.000 bebés se enfermaron con leche contaminada. Se encontró melamina en la leche en polvo y además se cree que fue agregada deliberadamente para que pudiera pasar los controles de nutrición.

La USP publicó por primera vez su base de datos en la revista Journal of Food Science en abril de 2012. Allí quedó demostrado con casos documentados que la leche, los aceites vegetales y las especias eran los productos más frecuentemente adulterados. 
Aamda Holpuch
Clarín