Alternativa_11. Esta noticia, es del año pasado y la volvemos a publicar debido a su importáncia en los días actuales, a que cada vez son más las personas que contraen una u otra enfermedad, teniendo en común la toxicidad de que estamos rodeados y que no se cuenta o se encubre . . .
Alquilfenoles, bisfenol A, metales pesados o compuestos orgánicos volátiles son algunas de las sustancias presentes en productos cotidianos.
ELENA CARRERAS
Ftalatos, retardantes de llama, compuestos perfluorados, alquilfenoles, bisfenol A,
metales pesados o compuestos orgánicos volátiles son algunas de las
sustancias presentes en productos tan cotidianos como los de aseo
personal, cosméticos, limpieza, alimentos, muebles o menaje, «al amparo a
veces del secreto comercial que permite a la industria un etiquetado
sin demasiados detalles, denunció este martes la Fundación Vivo Sano.
Para concienciar a los ciudadanos
sobre la composición de los productos que usan a diario, esta fundación
ha puesto en marcha la campaña «Hogar sin tóxicos», dirigida por el experto en temas ambientales Carlos de Prada y respaldada por Greenpeace.
Detergentes, geles de baño, lociones
y cremas hidratantes, ambientadores, desodorantes, perfumes,
friegasuelos, sprays, pesticidas domésticos, alimentos elaborados…
«Todos vienen etiquetados y eso da una falsa sensación de seguridad,
porque las etiquetas no son detalladas», explica Carlos de Prada.
Para apoyar sus palabras, De Prada
muestra toda una batería de etiquetas de productos que están a la venta
ahora mismo en cualquier supermercado. «Donde pone tensioactivos no
iónicos puede haber, por ejemplo, alquilfenoles, entre los cuales hay
sustancias que pueden ser tóxicos reproductivos.
Y raro será encontrar una etiqueta donde se alerte de la presencia de
sustancias tan preocupantes como los ftalatos, los éteres de glicol
basados en el etileno, el 1,4 dioxane, los compuestos perfluorados, etc,
y eso a pesar de que infinidad de investigaciones científicas asocian
estas sustancias a problemas sanitarios incluso a niveles muy bajos de
concentración. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede con el tabaco,
no se nos informa debidamente ni se nos alerta de estos riesgos»,
critica el director de la campaña.
La responsable de la campaña de contaminación de Greenpeace, Sara del Río, denuncia la «falta de transparencia industrial»
que permite que tengamos al alcance, dispersemos por nuestro hogar o
incluso apliquemos directamente sobre nuestro cuerpo sustancias químicas
tóxicas de manera totalmente inconsciente. «El volumen de sustancias
químicas producidas por el hombre se ha multiplicado
extraordinariamente, pasando desde el millón de toneladas anuales que se
producían en 1930 a los centenares de millones de toneladas que se
producen anualmente hoy en día. Algunas están estudiadas, pero
muchísimas no y, lo que es peor, pueden provocar efectos combinados que
desencadenan un "efecto cóctel" de consecuencias imprevisibles y que
sólo veremos con el paso de los años si ninguna administración
responsable pone remedio», advierte.
El científico Jesús del Mazo, del Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC,
señala que existen estudios epidemiológicos y ambientales sobre el
incremento de alteraciones en el ámbito de la reproducción y el
desarrollo gonadal, tanto en humanos como en animales. «En nuestro
entorno cotidiano existen sustancias, llamadas disruptores endocrinos por su potencial efecto adverso en nuestro sistema hormonal,
que parecen estar relacionadas con el actual aumento de cánceres
testiculares, malformaciones genitales, disminución de la calidad y
cantidad espermática, etc. Son sustancias particularmente activas en
etapas embrionarias e incluso pueden tener un efecto transgeneracional,
por lo que es urgente aumentar la investigación sobre sus potenciales
efectos que permita dictar normas que nos protejan a nosotros y a las
generaciones futuras», afirma.
Un ejemplo muy estudiado de una
sustancia química a la que nos exponemos en la vida cotidiana es el
bisfenol A. Cientos de investigaciones científicas lo asocian a
problemas sanitarios como la alteración de nuestro sistema endocrino y
trastornos hormonales. Recientemente la Unión Europea prohibió su uso en biberones infantiles.
«Sin embargo, el bisfenol A sigue presente en el interior de un alto
porcentaje de latas de comida sin que nadie lo impida. Ni siquiera se
informa de ello a los consumidores, lo cual viola su derecho a la libre
elección de a qué riesgos quieren exponerse o no. Esto, evidentemente,
limita nuestra posibilidad de proteger nuestra salud», comenta Carlos de
Prada.
Para poner coto a esta situación,
los organizadores de la campaña han enviado misivas a los responsables
de Sanidad y Medio Ambiente del Gobierno central y de las comunidades
autónomas, así como a las comisiones de Sanidad y Medio Ambiente del
Congreso y el Senado, reclamándoles que tomen cartas en el asunto y
promuevan medidas que pongan fin a esta amenaza para la salud pública.
ABC.