El grupo, formado en 1971, levantaba la voz contra el uso de energía nuclear, a favor de los derechos animales y los sindicatos. El grupo, libertario, pacifista y vegetariano, gestiona su acción política no violenta, por lo que en 1986 decidieron ir contra McDonald’s porque la compañía personifica todo lo que despreciamos: una cultura basura, la mortífera banalidad del capitalismo. Para ello, comenzaron a distribuir un panfleto de 6 páginas titulado ¿Qué hay de malo en McDonald’s? Todo lo que no quieren que sepa. En él se acusaba a la cadena de comida rápida de fomentar la pobreza en el Tercer Mundo, de vender comida insana, de explotar a los trabajadores y a los niños, de torturar animales y de destruir la selva amazónica.
El grupo distribuyó los panfletos libremente hasta que en 1990 McDonald’s les demandó por difamación, argumentando que todas y cada una de las afirmaciones del folleto eran falsas. La ley británica obliga a los acusados a probar la veracidad de sus acusaciones utilizando fuentes primarias: documentos oficiales y testigos de primera mano. Las fuentes secundarias como entrevistas, artículos, etc. no valen como evidencia. Esto significa que ser acusado de difamación implica elevados costos económicos en abogados, investigaciones, etc. A raíz de esto, dos de los cuatro activistas acusados se retractaron, pero otros dos decidieron seguir: Helen Steel, de 25 años, camarera de un bar y dedicada a la defensa de los derechos animales.
Dave Morris, de 36 años, antiguo empleado de correos interesado en la defensa de las cuestiones laborales. Ninguno de los dos podía pagar un abogado, de manera que decidieron defenderse solos, ayudados por el secretario de la Sociedad Haldane de Abogados Socialistas. Así se dio inicio al caso “McLibelo”, el juicio más largo de la historia británica y que dejó en muy mal pie a la corporación:
McDonald’s Corporation jamás hubiera esperado que el caso llegara a los tribunales. La tarea a la que se enfrentaban los acusados era enorme: Morris y Steel habían de encontrar testigos y reunir documentos oficiales que respaldaran las afirmaciones generales del folleto. Ambos demostraron ser investigadores infatigables, ayudados por la denominada Campaña de Apoyo del McLibelo, una red internacional de activistas. Hacia el final del juicio, el sumario incluía 40.000 páginas de documentos y declaraciones de testigos, además de 18.000 páginas de transcripciones.McDonald’s había cometido un error táctico enorme al asegurar que todas y cada una de las afirmaciones eran difamatorias: no sólo las más extremas (“McDonald’s y Burger King están… utilizando venenos letales para destruir vastas áreas de la selva de América Central”), sino también las más inocuas (“una dieta rica en grasas, azúcar, productos animales y sal… se ha asociado al cáncer de mama y de intestino, así como a las enfermedades coronarias”). Todo esto permitió a Steel y Morris a examinar públicamente las políticas de la compañía respecto al trabajo, marketing, medio ambiente, nutrición, seguridad alimentaria y bienestar animal. Tras varios años de disputas legales, el juicio comenzó oficialmente en marzo de 1994 y terminó más de tres años después, cuando el juez Rodger Bell declaró culpables de difamación a Steel y Morris, por no haber logrado demostrar la mayoría de sus afirmaciones, pero sí algunas de ellas. Según el fallo:
“McDonald’s efectivamente explotaba a los niños a través de su publicidad, ponía en peligro la salud de sus consumidores habituales, pagaba a sus trabajadores salarios excesivamente bajos y era responsable de la crueldad infligida a los animales por muchos de sus proveedores”. A los activistas les multaron con 60.000 libras, pero ellos apelarían: “Mc Donald’s no merece ni un solo céntimo -declaró Helen Steel- y en cualquier caso nosotros no tenemos dinero”.El juicio puso en conocimiento público las prácticas abusivas con los trabajadores, con los animales y con el medio ambiente; pero además destapó el espionaje que Mc Donald’s había ejercido sobre el grupo de activistas y la vida de los dos implicados en el caso.
La empresa había empleado al menos a siete agentes encubiertos distintos, no sólo para averiguar quién había distribuido los folletos, sino también para descubrir cómo planeaban defenderse Morris y Stell en los tribunales…
El 31 de marzo de 1999, los jueces del tribunal de apelación anularon partes del veredicto original, respaldando las afirmaciones del folleto de que ingerir comida de McDonald’s puede causar enfermedades coronarias y de que la empresa trata mal a sus trabajadores; de paso redujo a 40.000 la multa impuesta a los activistas. Previamente, Mc Donald’s Corporation había anunciado que no tenía intención de aceptar el dinero y que no impediría que Greenpeace Londres siguiera repartiendo el folleto.
“Pero Morris y Steel llevaron la sentencia apelando a la Cámara de los Lores y demandaron a la policía por haberlos espiado. Scotland Yard llegó a un acuerdo para no ir a juicio, pidiendo disculpas a la pareja y pagándole una indemnización de 10.000 libras. Cuando la Cámara de los Lores rechazó su caso, en septiembre del 2004 los activistas presentaron una apelación ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo (TEDH), cuestionando la validez no sólo del veredicto, sino también de la propia legislación británica en materia de difamación, y además, que la falta de acceso a la asistencia jurídica violó sus derechos a un juicio justo garantizado por el artículo 6 de la Convención de los Derechos Humanos.”El 15 de febrero de 2005 el TEDH dictaminó que el caso original había infringido el artículo 6 (derecho a un juicio justo) y el artículo 10 (derecho a la libertad de expresión) del Convenio Europeo de Derechos Humanos y ordenó que el gobierno pagase a Steel y Morris 57.000 libras de indemnización. En su sentencia criticó la forma en que las leyes del Reino Unido violaron el derecho del público a criticar a las empresas cuyas prácticas afectan las vidas de las personas y el medio ambiente; dispuso que el juicio no fue imparcial debido la evidente diferencia de recursos entre las partes, y clasificaron a las leyes de difamación de Inglaterra como complejas y opresivas.
El caso fue llevado al cine en 2005, en un documental de 85 minutos dirigido por Fanny Armstrong y Spanner Films.
A pesar de la mala publicidad que trajo el McLibelo a la corporación McDonald’s, ésta insiste en mejorar su imagen y la transparencia de sus prácticas en materias laborales, de bienestar animal o medio ambiente. Sin ir más lejos, la Federación Española de Hostelería y Restauración dió el premio de “Seguridad Alimentaria” a la filial española de la compañía…
¿Se necesita más evidencia para no continuar apoyando la explotación animal y humana?
Fuente: Ecosofia