La lluvia es muy importante, nos suministra el agua que necesitamos para vivir.
Pero la lluvia se está contaminando y
en algunos lugares, en vez de ser ligeramente ácida y hacer bien, es casi tan
ácida como el sabor del limón o del vinagre: es la temida lluvia ácida.
La lluvia ácida se produce cuando
las gotas de agua que forman las nubes, reciben humo y gases tóxicos
contaminantes del aire en las zonas fabriles, estaciones energéticas, de los
gases de vehículos, etc.
Se forman ácidos que se precipitan a
la tierra, en forma de lluvia, nieve o niebla.
Cuando la lluvia ácida se precipita a
tierra es transportada hacia las corrientes de agua, por las aguas
superficiales, acidificando los suelos y fijando elementos como el calcio y el
magnesio que los vegetales necesitan para desarrollarse.
Los humos son inyectados en la alta
atmósfera permitiendo ser arrastrados a cientos de kilómetros de su punto de
origen por las corrientes de convección.
Hace mucho que sabemos que el smog
(mezcla de niebla y humo) causa daños locales.
La destrucción que la lluvia ácida
causa se ha hecho evidente en las últimas décadas y estamos preocupados.
¿Sabías que el pH es el símbolo que
utiliza la química para medir la acidez o alcalinidad de las soluciones? Una
solución neutra tiene un pH de 5,6 a 7 (la escala va de 0,0 a 14,0), por debajo
de 5,6 se considera medio ácido y por encima de 7,0 medio alcalino. La lluvia
ácida tiene un pH inferior a 5,6 y puede ir hasta 2,5 y a veces 1,5. El agua de
las piscinas es controlada para verificar su pH.
DAÑOS
CAUSADOS A LOS ÁRBOLES Y AL SUELO
La lluvia
ácida también puede afectar a los bosques. En muchos países, los árboles están
perdiendo sus hojas. Algunos se están muriendo. Con toda certeza, la lluvia
ácida ha sido el principal causante del deterioro de los bosques.
La lluvia
ácida somete a los árboles a unas condiciones de vida muy difíciles. Los
árboles necesitan un suelo sano para poder vivir. Pero la lluvia ácida daña el
suelo, ya que altera las distintas sustancias que lo componen y modifica el
delicado equilibrio vegetal. Los árboles que crecen sobre suelo ácido pierden
fuerza para resistir adversidades como las heladas o la sequía. Cuando los
árboles se debilitan por estos motivos, están más expuestos a los ataques de
virus, hongos e insectos causantes de plagas forestales.
La lluvia
ácida no sólo daña el suelo, también puede afectar directamente a los árboles.
El dióxido de azufre puede obstruir los diminutos poros de las hojas por los
que la planta toma el aire que necesita para sobrevivir.