Hace unas
semanas, la cadena Ser publicaba la siguiente noticia:
Se han
registrado casos en niños nacidos en los meses posteriores a la explosión de la
central nuclear de Fukushima en Japón, en lugares tan dispares como la costa
oeste de Estados Unidos, donde las precipitaciones radioactivas llegaron a
rozar el 211% mas de lo normal. En Japón, los problemas de tiroides
afectan al 44% de los niños nacidos en el 2011. Lo publica el ‘Open Journal of Pediatrics’
La noticia
por supuesto recorrió
rápidamente la red como ya nos tiene habituada cierta propaganda sin
ninguna base en la evidencia científica. Claro que el lector dirá que al fin y
al cabo se trata de una publicación en
una revista académica y no podemos culpar a la prensa por trasladar una
información procedente aparentemente de una fuente fiable, pero y ¿qué tal
contrastar la información consultando a algún experto?
Lo primero que hubiese descubierto un periodista que practicase el pensamiento crítico es que tanto la reputación de los autores como de la revista están seriamente cuestionadas. La revista pertenece al grupo Scientific Research Publishing (SCIRP), acusado de unas prácticasque se han venido a conocer como editores rapaces:
1. Un
autor paga por publicar algo de ciencia-basura en una revista títere de la
editorial habitualmente en formato open-access.
2. Los
editores se encargan de colocar una nota de prensa sensacionalista dirigida
especialmente a todos los medios de comunicación iletrados en ciencia
(desgraciadamente la inmensa mayoría)
3.
Aprovecha para recaudar donaciones de gente concienciada e ingenua que suelen
tener muchos más euros que sentido común.
Prácticas que
casan bien con dos investigadores (por llamarlos de algún modo) con una
reputación más que cuestionable. Se trata del epidemiólogo Joseph Mangano y la
doctora en medicina Janette Sherman. Mangano es el director del proyecto Radiación y Salud Pública, una
organización cuya (falta de) seriedad ya puede intuirse a partir del aspecto de
su web.
Joseph
Mangano junto a Alec Baldwin. Fuente radiation.org
A finales de
2011, los mismos autores publicaron un estudio que
afirmaba que el accidente de Fukushima había provocado la muerte de unos 14000
norteamericanos, cebándose especialmente con los bebés. El estudio recibió
cierta atención a partir de una versión que escribieron para el boletín
político Counterpunch.
La revista académica que admitió su artículo fue International
Journal of Health Services, una publicación que figura entre lasúltimas
de su disciplina según su factor de impacto (una medida de la
credibilidad y la influencia de una publicación académica) y que
sorprendentemente está dirigida por Vicent Navarro, el catedrático de economía
que se ha hecho relativamente popular por sus artículos de prensa críticos con
las políticas económicas actuales y que también ha publicado en
Counterpunch. Navarro contestó a
las críticas, pero sus argumentos no parecen compatibles con los datos que
veremos a continuación, además de no parecerme demasiado honesto que en la
publicidad de la página principal de
la revista declare:
Of the major
English-language health policy journals, the IJHS ranks in the top five for
frequency of citation of its articles in the scientific literature.
Los apellidos
Mangano y Sherman deberían haberlo alertado de un prolífico historial de
ciencia-basura. Claro que Navarro no debe verla como tal, puesto que él mismo
figura como coautor en algún escrito junto
a Sherman y el epidemiólogo Samuel Epstein, que escribe habitualmente en
The Huffington Post y ha colaborado en varias ocasiones con Mangano.
Epstein es miembro del
panel editorial de la revista y cuenta con todos los números para haber sido
uno de los revisores del artículo, puesto que ya
lo ha sido en el pasado (¡El mundo es un pañuelo!), hecho que ponen
más en entredicho la credibilidad de Navarro como director de la publicación.
El lector se
estará preguntando si en algún momento voy a hablar de ciencia y no de
credibilidad de personas. Y tiene razón. Que Mangano sea un charlatán no tiene
por qué significar necesariamente que la radiación de Fukushima no esté
afectando realmente a la salud de los norteamericanos. Vayamos entonces con la
ciencia.
Michael
Moyer, un periodista de Scientific American que ni siquiera es investigador, dejó
bien claro con una simple hoja
de cálculo el cherry-picking
descarado de Mangano y Sherman (M&S) en su artículo de 2011. En la
figura a continuación vemos los datos seleccionados por M&S, en verde las
cuatro semanas anteriores al accidente de Fukushima y en rojo las 10 semanas
posteriores. Entre ambos datos se ve un aumento significativo que desaparece
una vez añadimos unas cuantas semanas más de datos.
Imagen | Scientific
American
Michael Moyer
ha realizado un análisis que cualquier alumnos de un primer año de estadística
podría hacer, lo que deja a M&S a la altura del betún como investigadores…
o algo peor.
Vayamos ahora
con el estudio que
publicaba la noticia de
la Cadena Ser. El dato del aumento de las precipitaciones radiactivas es
sobrecogedor: un 211%. ¿Es creíble? Por supuesto. Estamos hablando del I-131,
un isótopo que apenas está presente en el medio salvo por algunas excreciones
de aquellos que han sido sometidos a alguna prueba o terapia médica. Vamos,
que, parafraseando a Groucho, pasamos de la nada a la más absoluta miseria.
Pero la cosa
no se queda ahí. M&S han vuelto a hacer un análisis
impropio de un diseño experimental de primer curso de carrera
escogiendo medidas de radiación de algunas estaciones estadounidenses. Algunas
de ellas son capaces de medir directamente la concentración de I-131. Sin embargo,
muchas sólo detectan la cantidad de radiación beta en los depósitos que quedan
en un filtro por el que pasa el aire. M&S han hecho una cosa que carece de
sentido para un investigador serio. Han desechado las medidas directas de la
concentración de I-131 y han seleccionado las de radiación beta bajo una
hipótesis completamente injustificada: el nivel de radiación es una medida de
la concentración de I-131.
Sin embargo, la radiación beta puede proceder de otras fuentes como el radón. ¿Dónde se encuentra entonces la justificación de esa hipótesis en el análisis de M&S? En ninguna parte.
Sin embargo, la radiación beta puede proceder de otras fuentes como el radón. ¿Dónde se encuentra entonces la justificación de esa hipótesis en el análisis de M&S? En ninguna parte.
Pero
ignoremos ese error de aficionados, y supongamos que tienen una medida de los
niveles de radiación en esas estaciones. ¿Cómo lo relacionan con los niveles
medios de una gran parte del territorio a considerar y cómo estiman las dosis
absorbidas por las mujeres embarazadas? La respuesta sencilla es que con los
datos que manejan no pueden. Sus estudio sobre grupos de población no resiste
el análisis más
burdo. Encontrándose a varios miles de kilómetros de Fukushima, ¿qué diferencia
podría existir con un grupo de control que se encuentra unos centenares de
kilómetros más al oeste? ¿Cómo es que en el grupo de control la tasa de
problemas de tiroides se mantiene constante y unos centenares de kms más al
este aumenta ligeramente? ¿Entiende la dispersión del I-131 de fronteras entre
estados? Ridículo.
Por supuesto
M&S no deben tener sentido del ridículo y publicarán próximamente un estudiodonde
afirman encontrar una disminución de las tasas de cáncer en Sacramento County
después del cierre de una central nuclear, a pesar que la emisión esté por debajo del 1% de los
niveles legales. Claro que la publicación se hará en otra de esas oscuras
revistas que uno encuentra siguiendo el rastro de los autores, una especie de
contabilidad B para el currículum de algunos mal denominados investigadores.
La noticia de
la Cadena Ser va aún más lejos con un dato estremecedor que afirma que un 44%
de los niños japoneses nacidos en 2011 presentan problemas de tiroides. ¿De
dónde sale el dato? Procede de otra noticia sensacionalista que ha circulado en
al menos un par de ocasiones, básicamente cada vez que el Radiation Medical Science Center actualiza
los datos del seguimiento que está haciendo a la tiroides de los niños de
Fukushima.
Lo que están
haciendo es examinar con ultrasonidos la tiroides de todos los menores de 18
años que vivían en la prefectura de Fukushima el día del accidente para saber
cual es su situación actual y luego poder seguir su evolución. Ésta es la
primera vez que se hace unanálisis de
estas características con ultrasonidos de alta resolución y a un número tan
alto de personas (360.000 de los que ya llevan algo más 133.000).
Los
resultados se agrupan por el tamaño de los quistes y nódulos detectados. El
grupo B es el grupo de riesgo mientras que el grupo A, que engloba a los niños
que no se les ha detectado quistes/nódulos (A1) o son nódulos inferiores a 5 mm
y/o quistes inferiores a 20 mm (A2), no está en riesgo. El grupo C es de los
niños con alguna anomalía muy importante que requieren un segundo examen de
inmediato.
A los niños
de los grupos B y C se les realiza de nuevo un análisis más detallado para
determinar si tienen cáncer y a los del grupo A se les hará un seguimiento a
partir de 2014 con análisis cada dos años para seguir su evolución.
Fuente | imagen
Los datos que
están recogiendo ahora son la primera fase del estudio para tener la base sobre
la cual ver la evolución y estudiar si el accidente tiene o no impacto en la
tiroides de los niños, porque, como ya aprendimos en Chernobyl, los
efectos del I-131 no aparecen de un día para otro sino que tienen un periodo de
latencia largo. Es por esto que en los informes no se valora si estos
resultados son anormales y mucho menos provocados por el accidente de
Fukushima.
El 44,2% que
cita la SER es la suma de los grupos A2 y B para los niños analizados entre
abril de 2012 y enero de 2013 (se olvida de los de abril 2011-marzo 2012). Es
decir que para la “periodista” de la SER todo quiste/nódulo es un problema de
tiroides y está indefectiblemente ligado al accidente en la central nuclear (el
grupo de riesgo es el B, con un 0,5% de los niños analizados, tal y como
señalamos más arriba) ¿Para qué necesitaremos a los médicos y a la ciencia si
ya tenemos periodistas que ofrecen sus propias conclusiones y establecen la
causalidad a ojímetro?
Pero como
todo buen periodista debería saber, la verdad está en los detalles y se
puede poner esa cifra en contexto comparando con los mismos análisis que se
están llevando a cabo grupos de control en otras tres ciudades japonesas
(Hirosaki, Kofu y Nagasaki).
¿Resultados hasta
el momento? Los porcentajes son más altos en las zonas de control con un 56,6%
de grupo A2 y un 1% de grupo B con 4.365 niños analizados. Es más, yendo ciudad a ciudad Kofu
llega a tener un 69,4% en el grupo A2.
Por
supuestísimo, el “estudio” de M&S no hace referencia a todo este asunto y
parece la “periodista” la que se lo ha sacado de la manga.
Así que me
permito dos consejos para periodistas:
1. No todos
los resultados, ni
mucho menos, que están en revistas académicas son ciertos (algunos incluso
ni siquiera respetables)
2. Pregunten
a uno –o mejor a varios– expertos antes de publicar un dato alarmista.
Y para
terminar, ¿qué es lo que dice la ciencia de verdad sobre este asunto? Slate me
ha puesto en bandeja la respuesta con un resumen fantástico
No pocos
expertos en salud creen ahora que los problemas de salud mental y no el cáncer,
puede llegar a ser el legado de
Fukushima. Un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud sugiere que
la mayor parte de Japón no va a enfermar por la radiación liberada por el accidente
de Fukushima. La consecuencia más grave será un aumento previsto del 70 por
ciento en el riesgo de cáncer de tiroides en las mujeres lactantes que vivían
cerca de la planta en el momento del accidente. Dado que la tasa inicial de
cáncer de tiroides en las mujeres japonesas es 0,75 por ciento, esto significa
que la tasa puede aumentar en aproximadamente un 0,5 por ciento. Este aumento
es probablemente demasiado pequeño para ser detectado estadísticamente.
Mientras tanto, los psiquiatras y los funcionarios de salud pública están
preocupados por el futuro de los más de 150.000 desplazados que permanecen en
evacuación.
Los efectos
de la radiación sobre la salud según la bibliografía académica fueron objeto de
una entrada anterior Radiación:
Mitos y Realidades
Mi
agradecimiento a Yepa, un comentarista habitual de mi blog, por sus
valiosas aportaciones.